El tema del día de hoy es (no podría
ser de otra manera) uno que me resulta muy familiar: La marcha del
orgullo gay de la Ciudad de México.
El escándalo de cada año, siempre, es
el comité organizador. No entraré en detalle, pero de manera breve
expondré los que me parecen son siempre los reclamos. Después
hablaré sobre lo que creo podría ser la materia del litigio, y por
último propondré una salida al entuerto.
El conflicto sobre la organización de
la marcha se ha vuelto algo de todos los años: la marcha estuvo
pésimamente organizada, que fue vendida a ciertos grupos políticos,
que primó el interés de cierto actor político o económico...
bueno, un año alguien se deslindó del deslinde que se hizo del
comité organizador porque había no recuerdo qué conflicto en
medio. Toda una telenovela. Los protagonistas son por lo regular
activistas, empresarios, candidatos y gente relacionada a los
partidos políticos.
Este año, dentro de las cosas que
parecen preocupar más son la legitimidad del comité, la relación
del comité con el Gobierno del Distrito Federal, cómo se gasta y
recauda el dinero para el evento, y por último, el asunto de
logística y seguridad (si es que no son lo mismo). No me interesa
hablar de actores con nombre y apellido porque eso no es sustancial,
lo que me importa es la regularidad de «los problemas con el
comité». Muy sencillo sería señalar a Fulanito de Tal como el
culpable de todos los males, pero no voy por ahí.
Varios me preguntaron si asistí a la
marcha del orgullo de este año (2013). Mi respuesta fue algo así
como: «No fui porque sabía que iba a ser un caos». Yo he ido a la
marcha desde muy joven, mi primera marcha fue el 2005: me impresionó
la gente caminando por Madero -aún no peatonal-, gritando consignas
(en aquel tiempo me parecieron la cosa más ingeniosa del mundo), la
música de fondo... era una fiesta aquello. Era una fiesta con muchas
consignas políticas, pero fiesta.
Dije que sería un caos porque me da la
impresión que, desde mi primera marcha hasta la última que asistí
(2011), el evento ha perdido «calidad». Desde el flujo de los
contingentes, la variedad en el evento artístico o el control de la
bebidas alcohólicas. Digo, la gente siempre ha tomado en la marcha,
no lo dudo, pero el 2011 recuerdo que en el primer tramo íbamos
caminando sobre cristales de botellas de cerveza -una alfombra
literal.
Pero mis impresiones poco importan. El
centro del litigio es el comité, de hecho, en el momento que escribo
esto existen 241 firmas en una petición al jefe de gobierno Miguel
Mancera para que aclare los abusos cometidos por la fuerzas públicas
ese día, pero también para que aclare su relación con el dichoso
comité; además de las firmas, también hay desde publicaciones en
facebook hasta artículos de opinión (por ejemplo, el de [el guapo]
Alejandro Juárez Zepeda [guiño, guiño] que
se puede leer aquí).
¿Por qué es tan problemático el
comité? ¿De verdad son los hacedores de la agenda sobre los temas
LGBT? ¿Se reparten los miles de millones de pesos? ¿La influencia
política es tanta como para designar candidatos a puestos de
elección popular? Sin tener la certeza sobre la respuesta, puedo
adelantar que es muy probable que no a todo. Si bien es cierto que
corre dinero, según los reportes que vimos es muy poco y las
remuneraciones han de ser igual de modestas; en términos políticos,
es realmente difícil imaginar que de un solo acto -por muy
multitudinario que sea- es el único requisito para construir una
candidatura; y en lo que respecta a la configuración de la agenda la
verdad es que poco o nada hace la marcha en términos de colocar
temas realmente específicos y darles seguimiento.
Si la lucha no es por cuantiosos
recursos (políticos y/o económicos), un gran botín, entonces por
qué se amargan tanto la vida. Hay dos explicaciones muy socorridas:
la del protagonismo y la de la ideología. La del protagonismo es muy
sencilla: se trata de actores (y actrices) que buscan ser el centro
de atención, para ello se valen desde ser «bonitas», «las
primeras en México que...», hasta «las herederas de...»; el
chiste es que se sienten con el derecho de ocupar el rol protagónico
a donde quiera que llegan, el comité organizador de la marcha
incluido. No hace falta darse cuenta que esto es muy subjetivo ¿O
mejor dicho endeble? Es decir, si bien gays y lesbianas tenemos
nuestros asuntos pendientes de manera individual dudo que todas y
todos estemos siempre buscando ser el centro de atención (o peor aún
creernos merecedores del liderazgo porque sí).
La última opción parece ser un asunto
ideológico. En esta hipótesis no hay necesariamente dos alas
(izquierda y derecha), aunque entre unas y otros se acusen de ser de
derecha (siempre como denostación) o se ufanan de ser de izquierda
(como si eso fuera bueno en sí). Sabemos que entre activistas gays
hay una variedad de posiciones infinitas, y vamos, aquí hay tantas
combinaciones... depende el tema, pero todos recuerdan la pancarta
«Muerte a los teóricos queer por neoliberales. Atte. Lesbianas
socialistas», o mejor aún los chicos por «la revolución
proletaria [y sexual?]», no olvidemos a nuestras lesbianas
zapatistas, anarquistas, idependencitas, nacionalistas, procampistas
y posmodernas. De verdad, si alguien puede comprenderlo y ordenarlo,
por favor que me diga cómo.
¿Es entonces una lucha de un grupo
sobre otro? ¿Es el nacionalismo revolucionario auténticamente
mexicano versus el neoliberalismo agringado? No (necesariamente).
Incluso en el ejemplo forzado de sólo dos grupos de ideas
antagónicos, la marcha no tiene un discurso que es seguido por sus
asistentes. La marcha la hacen los miles que asisten a ella; ésta no
es patrimonio de ninguna persona u organización en tanto que son los
individuos los verdaderos protagonistas.
Al final de la marcha, en el Zócalo,
alguien leerá un documento de doce cuartillas popularmente conocido
como «posicionamiento político», cierto, pero eso no significa que
las miles de almas ahí congregadas se van alinear a ese discurso, o
en su defecto, que los medios llevan ese mensaje con puntualidad. La
marcha será hecha por derechosos o izquierdosos, pero poco importará
al final su ideología frente al tamaño de la manifestación.
Esto puede parecer un sinsentido ¿Qué
se disputa entonces en el comité organizador de la marcha? ¿Se
disputa realmente algo en la organización de la marcha? Cada sujeto,
en lo particular, tiene objetivos a corto y mediano plazo en
intervenir en la organización de la marcha, pero no serán los
mismos para todos; así, unos lo harán por razones bien personales,
otros por el mucho o poco dinero, algunos como parte de una
estrategia política, en fin... Pero si todos están compitiendo por
cosas diferentes ¿Por qué se hace un entuerto tan grande? Sin más
preámbulos: es un problema organizativo. Un poco de historia nos
vendría excelente.
El famoso COMAC organizó la marcha más
feliz de mi vida, la de 2005. De hecho organizó alrededor de cinco
marchas de las XXV a la XXX (2004-2008) [Cualquier puntualización
con las fechas será bien recibida]. La XXXI fue organizada por
Red31, este cambió se debió a las críticas (que ya se oían desde
la XXIV) de que la marcha estaba secuestrada por un empresario... no
por los empresarios, sino por uno solo.
Desde Red31, pasando por RedOrgullo,
hasta llegar al Comité Histórico legítimo de este año el argüende
ha ido escalando. No recuerdo haber leído tantas críticas al comité
como ahora, o sin irnos muy lejos, el año pasado hubo dos marchas.
Las materias de las disputas son
múltiples, pero el dilema organizativo es uno solo: el dinero. El
dinero es necesario para sacar adelante cualquier evento desde un
bautizo hasta la celebración del bicentenario de la independencia.
¿Nos causa mucha desconfianza que el
gobierno del DF intervenga tanto el marcha? Pues sustituimos los
recursos públicos por privados. Más de uno ha de estar interesado
en hacerse propaganda ese día, ya no digamos por lo selecto del
"mercado rosa" sino por los cientos de miles de asistentes
¿Desconfiamos del comité? Nada lo hará más transparente que un
grupo de personas que invirtió un cantidad importante de dinero en
ella.
Seguir en el discurso de la marcha
heredera de los movimientos sociales (y estudiantiles) del los
sesentas y setentas es cerrar los ojos frente a marcha «de a
devis» (conste que tiene más que ver con estas marchas que con
Stonewall). Entiendo que los liderazgos pioneros sientan que es una
perversión del movimiento el que la marcha quede involucrada con los
intereses de los negocios, pero creo que es más preocupante la
intervención gubernamental. (El absurdo fue el comité cumpliendo la
labor de gobierno persiguiendo a quienes hacían vendímia).
La pregunta se vuelve entonces ¿Quién
debe dirigir la marcha? La mezcla de dos intereses que no son
necesariamente antagónicos: los empresarios y los activistas. La
clave para conciliar es reconocer el interés particular: proyección
de los negocios, unos, y de las luchas LGBT, los otros. Unos
necesitan la experiencia y la política, los otros el dinero.
El ingrediente que pienso dificulta la concreción de una fórmula tan sencilla es la canasta de posiciones que tenemos producto sobre todo (supongo) de tantos movimientos sociales mexicanos que se concatenan con el LGBT. No todos los intereses de los negocios pueden (ni deberían) salir adelante, pero como obvio paralelo a esta situación no todas las «agendas» activistas pueden salir adelante. (Además que habría que pensar si vale la pena que todos los intereses de todos los activistas estén dentro la marcha). Es necesaria la participación abierta y franca de los empresarios, incluso aunque el costo sea dejar afuera ciertas voces.
Tenemos lo peor de dos mundos: una
marcha mal organizada y un comité muy vilipendiado. Si al menos
hubiera una de las dos cosas podríamos decir que tenemos suerte. Por
un lado hay un evento desorganizado, por el otro paquetes completos
de activistas que se desgastan de sobremanera para que pueda haber
una marcha.
Sé que no se trata de decir que
"alguien" debería hacer algo, por eso he intentado esbozar
cuáles son los problemas que se tienen que solucionar para tener una
marcha donde los asistentes quedemos contentos y que realmente logré
sacar adelante los proyectos por los que tanto trabajan nuestros
activistas: «Es el mugroso dinero» diría Alán Arías.
De no existir un cambio pronto
seguiremos con marchas medianas, políticamente mal planteadas y poco
significativas. Eso sí, con o sin comité, la marcha ha de seguir,
porque antes que una manifestación, es algo que va mucho más allá
de la definición clásica de política. No es una protesta
exclusivamente política, es mucho más. Para discutir más sobre ese
"mucho más" de la marcha se puede leer:
http://frankapolari.blogspot.mx/2013/08/entrevista-sobre-la-marcha-2013.html
Tona